domingo, 23 de mayo de 2010

Como Nicolas Cage en Leaving Las Vegas, pero sin rubia maja...

Ya es por la noche, con pocas estrellas y una luna que engaña en el cielo de la sierra en primavera. Un poco de calor en la buhardilla, tampoco mucho. Un rato para escribir. Ya era hora que te pusieras. Hace tanto... Sensaciones diferentes a las de ese “hace tanto”. Quizás uno no ha cambiado mucho por dentro, pero todo lo de alrededor sí. Y entre ese alrededor uno se pierde, se esconde, y no aparece. Quizás por eso estoy escribiendo. Para aparecer.

Pero, al aparecer..., ¿eso soy yo?. Cuando hace años escribía en noches como esta, escribía a través de lágrimas pero al final, siempre había el canto de esperanza. Sí, las lloraba como un río (a ellas), pero caminando dylanianamente hacia ser irresistible. Y si no, el viento me llevaría. “Tristes hombres, si no mueren de amores, tristes, tristes”...

Ahora, ni he muerto de amores (aunque tampoco anduve lejos del todo) ni me ha llevado el viento (al menos todavía), y para remate, en la práctica se me hizo realidad aquello de “te echaba de menos hasta que supe donde podía encontrarte: en la habitación de otro”. Y para sobrevivir, lo de siempre... La tele será “mu mala”, pero si no hubiera tele, no se yo lo que haríamos muchos... Claro, que habría cosas que mejor que no existieran, como los tertulianos políticos y otras mezquindades. Nos enredamos en todo eso. La tontería reinante entre la crisis. ¿No hay otras cosas interesantes en este mundo?. Siempre las hubo, pero es como si ahora costara más encontrarlas. Lo mismo pasa conmigo, me cuesta más encontrarme...

Y si ya no hay esperanza, ¿como terminar lo que escribo?. Siempre podría haber finales poéticos. En Soria poniendo una flor cada día a Leonor; sumergido en el vino amigo en mi habitación; en las Batuecas cantando salmos; en París durmiendo entre cartones; como huésped de una pensión del Madrid antiguo esperando cada día los ricos platos de la patrona (¿o ya no hay patronas?); como Clint Eastwood montando un bar al final de Million Dollar Baby (falla la boxeadora...); vagabundeando por Londres toqueteando mi guitarra; en Sudamérica traficando con esclavos (¿no hizo eso Verlaine?, ¿o fue Rimbaud?); como Nicolas Cage en leaving Las Vegas (pero sin rubia maja);... Quizás alguna se haga realidad. Aunque siempre podría ser peor..., ¿o también mejor?. Dejémoslo que ya son las tantas y mañana hay que ir a trabajar. Y el final, como el de Perdidos (esta madrugada), está todavía, por ver.

domingo, 9 de mayo de 2010

Color en el blanco (haciendo mía parte de la letra de Sergio Makaroff)

Color en el blanco

Me gusta escribir una carta por día y hay veces que escribo tres
son para mí, aunque mientras estoy escribiendo yo pienso en tí,
yo pienso en tí...
tengo siempre repleto el buzón, la maldita propaganda
¿cuántas pizzas me quieren traer?

cada cien cartas que mando recibo una y es de mamá
y no es que le guste escribir: es que es mi mamá

preparo un té y elijo la música exacta para empezar
es un ritual de dibujos de tinta que pueden cruzar el mar
el mar y las montañas
mi amigo se burla de mí, me dice “Guille, a ver cuándo escribes”
yo me río y le digo que sí, que estoy a punto de decidirme

cada cien cartas que mando recibo una y es de mamá
la gente está tan ocupada, ¿qué es lo que hará?

se va a acabar lo de tantos papeles viajando de aquí para allá
en tiempos de fax, soy el penúltimo mohicano de la era postal
el último mohicano.
soy el loco que junta papel, vivo reciclando
octavillas del bar Sidecar, siempre estoy almacenando.

cada cien cartas que mando recibo una y es de mamá
mis amigos no tienen tiempo, ya escribirán

me gusta escribir, desde chico lo hago con cierta facilidad
me gusta escribir aunque no tenga nada importante para contar
nada importante
cuando tengo enfrente el papel, veo color en el blanco
el bolígrafo es como un pincel, es él el que me va llevando

cada cien cartas que mando recibo una y es de mamá
y aquí estoy sentado esperando, en el Sidecar
estoy esperando sentado en el Sidecar