Pero, al aparecer..., ¿eso soy yo?. Cuando hace años escribía en noches como esta, escribía a través de lágrimas pero al final, siempre había el canto de esperanza. Sí, las lloraba como un río (a ellas), pero caminando dylanianamente hacia ser irresistible. Y si no, el viento me llevaría. “Tristes hombres, si no mueren de amores, tristes, tristes”...
Ahora, ni he muerto de amores (aunque tampoco anduve lejos del todo) ni me ha llevado el viento (al menos todavía), y para remate, en la práctica se me hizo realidad aquello de “te echaba de menos hasta que supe donde podía encontrarte: en la habitación de otro”. Y para sobrevivir, lo de siempre... La tele será “mu mala”, pero si no hubiera tele, no se yo lo que haríamos muchos... Claro, que habría cosas que mejor que no existieran, como los tertulianos políticos y otras mezquindades. Nos enredamos en todo eso. La tontería reinante entre la crisis. ¿No hay otras cosas interesantes en este mundo?. Siempre las hubo, pero es como si ahora costara más encontrarlas. Lo mismo pasa conmigo, me cuesta más encontrarme...
Y si ya no hay esperanza, ¿como terminar lo que escribo?. Siempre podría haber finales poéticos. En Soria poniendo una flor cada día a Leonor; sumergido en el vino amigo en mi habitación; en las Batuecas cantando salmos; en París durmiendo entre cartones; como huésped de una pensión del Madrid antiguo esperando cada día los ricos platos de la patrona (¿o ya no hay patronas?); como Clint Eastwood montando un bar al final de Million Dollar Baby (falla la boxeadora...);
